domingo, 20 de enero de 2013

La bella Vita...



Camino para china town (una pasada de compras que nadie puede evitar) saliendo del subte, nos encontramos con el World Trade Center, que es el espacio donde decoraban las torres gemelas esta maravillosa ciudad. Un aire místico cubre esa zona, es casi impalpable, pero se siente, lo juro. Justo enfrente se encuentra una particular Iglesia, que no determiné debido a mi rústico Inglés su procedencia, pero que tal parecía de estilo georgiano. El dato revelación es que, en su entrada se encuentra un cementerio que data del año 1766 y si así no lo creyeran, el estado de las lápidas puede fácilmente contar la misma historia. Durante el atentado del 11 de septiembre y en sus días posteriores esta iglesia funcionó como centro de atención a las víctimas, pero principalmente a los bomberos, policías o cualquier tipo de rescatistas que trabajaron durante días en el lugar. Por eso, actualmente, es un especie de museo en donde se pueden encontrar desde cartas de agradecimiento, fotos de personas buscadas  durante el atentado que formaran luego una especie de altar, intervenciones a modo de recreación de sectores de atención médica y al final un traje de un bombero con una placa a su lado que particularmente fue tan importante rememorar aunque no sepamos esa historia. Se me ocurría una sola premisa, el mundo necesita más tolerancia.

Salimos. Fuimos directamente a cual habría sido en primeras nuestro principal destino, el China Town. Barrio típico si los hay, mezcla rara entre nuestro Once y nuestro Barrio chino.
Para comprar souvenirs es El lugar. Todo es más barato y es ofensa el no regatear precios. Bárbaro.

La cantidad de marcas truchas es abominable pero se compensa con los típicos souvenires yankees que vale la pena llevarte.

Nosotras y el apetito. Esto va a ser muy reiterativo en este blog. Decidimos almorzar en Little Italy, en donde sin haber decidido el lugar pero caminando para encontrarlo, un Italiano dio fin a nuestra búsqueda y casi obligadamente nos metió en su restaurant. El menú era interesante sí, pero no difería de los demás, el tema era que en este lugar el vino era gratis y ese anzuelo fue excelente para atraparnos.

Entramos. El menú fue casi predecible, milanesas a la napolitana pero con pasta. Nos van a sobrar kilos a la vuelta, pero quién nos quita lo bailado? Rico no, majestuoso.
 Y el vino.
Era la segunda copa de un vino malbec italiano y Anto se reía casi como gritando. Por mi parte, mi cara se tornaba cada vez más rojiza y no era por el calor. Eso éramos, dos borrachas en un restoraurante Italiano al segundo día de llegar. ¡Qué bien nos sentaba ese pedazo de tierra Italiana!

El tiempo paso, y nuestro almuerzo que fue tipo 4 de la tarde se transformo en la cena típica de los lugareños.
En eso, entre la genta que iba entrando para cenar, nos invitaron a compartir en la barra alguna otra copa. Esto ya se pasaba de castaño claro a castaño oscuro y a juzgar por la manera en que Anto camino hacia el baño determinamos irnos.

Emprendimos la vuelta, en ese tan entrañable subway. Ya no hubo tiempo para compras, pero el plan resultó mucho mejor. Nos sentamos en el subte, no hablábamos, casi no coordinábamos el cuerpo y por eso no emitíamos sonidos. Nos reposamos en nuestros hombros, y así cuando el subte nos aviso bajamos y volvimos a nuestro hogar.

Salimos de esa cueva subterránea y las luces de la ciudad nos volvieron a iluminar la mirada. Era nuestra primer borrachera en la ciudad, y definitivamente no la única. Salud!

















sábado, 19 de enero de 2013

Ladies and gentlemen, this is your captain speaking, welcome to New York.


Como explicar todo lo que sentí en esa sola frase. Mi primera vez en Nueva York, mi primer viaje tan lejos de casa, mi primer tilde a un par de sueños escrito alguna vez en una libreta cuando tenía 12 años y que hoy con 24 iba a poder cumplir.

Ansiedad es un poco, quería evitar todo tipo de aduanas, migraciones y salir de ese aeropuerto para poder ver, sentir y oler la ciudad.

Nostalgia, otro tanto, No había puesto un pie en la ciudad y ya sentía cuanto extrañaba a mi gente y cuanto quería compartir esto con ellos.

Miedo, no, casi nada.                                     

Alegría, no dejaba de preguntarme si alguien alguna vez había explotado de tanta.

En fin, creo que esto no es algo que pueda transcribir, pero la sensación fue nueva y hermosa casi tanto que podría seguir experimentándola por siempre.

Bajamos, salimos y un taxi nos llevo a destino. Claro no todo era perfecto, tuvimos que esperar un poco más de tres hs. para poder ir a retirar la llave de lo que seria nuestra casa, y decidí llamarla así desde el principio como una buena forma de sentirla más mía, más acogedora y mas hogar.
Habían pasados minutos, el taxi nunca llegaba  la ciudad y yo veía todo por las ventanillas deseando bajarme y caminar por mi cuenta. Llegamos, el frio era definitivamente frio, solo que el clima para mí era parte del increíble paisaje.

Y ahí estábamos, dos locas con mil valijas y bolsos colgando, caminando como podíamos causando disturbios en las veredas de la ciudad, riéndonos por todo, brotando energía y hasta bailando de felicidad.
Almorzamos, nos deleitamos con esa comida japonesa típica del mundo ya. Entramos en calor, la ciudad nos miraba, y nosotras cargadas y con frio, pero muriendo de ganas de instalarnos de una vez y poder salir. El restaurante japonés se fue llenando de gente esperando mesas y nostras sintiéndonos culpables, decidimos cambiar el té de sobremesa por uno de Starbucks tan típico de Manhattan.

Otra vez el lio, Dos cuadras, tres valijas, dos bolsos, Cateras y dos mujeres saliendo al frio otra vez. Así envueltas en ese equipaje de mudanza entramos al café, la entrada fue nupcial, se nos caían las cosas, avanzábamos casi por desplazamiento pero nosotras firmes a nuestras personalidades no parábamos de reírnos. 
En ese momento cuando logramos armar en un sector una obra de arte moderna dedicada a los viajeros, y me pude sentar, en ese momento con una voz muy familiar se acerca un hombre y me dice; - No hay caso, los Argentinos son ruidosos en cualquier parte del mundo. Bienvenida!-

Y así, casi sin querer y siendo la primera persona que estaba hablando en español, me sentí en casa. Pero esta casa era la que más me gustaba de todas. *