Como explicar todo lo que sentí en
esa sola frase. Mi primera vez en Nueva York, mi primer viaje tan lejos de
casa, mi primer tilde a un par de sueños escrito alguna vez en una libreta
cuando tenía 12 años y que hoy con 24 iba a poder cumplir.
Ansiedad es un poco, quería evitar
todo tipo de aduanas, migraciones y salir de ese aeropuerto para poder ver, sentir
y oler la ciudad.
Nostalgia, otro tanto, No había puesto
un pie en la ciudad y ya sentía cuanto extrañaba a mi gente y cuanto quería compartir
esto con ellos.
Miedo, no, casi nada.
Alegría, no dejaba de preguntarme si
alguien alguna vez había explotado de tanta.
En fin, creo que esto no es algo que
pueda transcribir, pero la sensación fue nueva y hermosa casi tanto que podría seguir
experimentándola por siempre.
Bajamos, salimos y un taxi nos llevo
a destino. Claro no todo era perfecto, tuvimos que esperar un poco más de tres
hs. para poder ir a retirar la llave de lo que seria nuestra casa, y decidí
llamarla así desde el principio como una buena forma de sentirla más mía, más acogedora
y mas hogar.
Habían pasados minutos, el taxi nunca
llegaba la ciudad y yo veía todo por las
ventanillas deseando bajarme y caminar por mi cuenta. Llegamos, el frio era
definitivamente frio, solo que el clima para mí era parte del increíble
paisaje.
Y ahí estábamos, dos locas con mil
valijas y bolsos colgando, caminando como podíamos causando disturbios en las
veredas de la ciudad, riéndonos por todo, brotando energía y hasta bailando de
felicidad.
Almorzamos, nos deleitamos con esa
comida japonesa típica del mundo ya. Entramos en calor, la ciudad nos miraba, y
nosotras cargadas y con frio, pero muriendo de ganas de instalarnos de una vez
y poder salir. El restaurante japonés se fue llenando de gente esperando mesas y
nostras sintiéndonos culpables, decidimos cambiar el té de sobremesa por uno de
Starbucks tan típico de Manhattan.
Otra vez el lio, Dos cuadras, tres
valijas, dos bolsos, Cateras y dos mujeres saliendo al frio otra vez. Así
envueltas en ese equipaje de mudanza entramos al café, la entrada fue nupcial,
se nos caían las cosas, avanzábamos casi por desplazamiento pero nosotras
firmes a nuestras personalidades no parábamos de reírnos.
En ese momento cuando
logramos armar en un sector una obra de arte moderna dedicada a los viajeros, y
me pude sentar, en ese momento con una voz muy familiar se acerca un hombre y
me dice; - No hay caso, los Argentinos son ruidosos en cualquier parte del
mundo. Bienvenida!-
Y así, casi sin querer y siendo la
primera persona que estaba hablando en español, me sentí en casa. Pero esta
casa era la que más me gustaba de todas. *
Bien ahi la canaria trinando
ResponderEliminarMe encantó! No quiero perderme ningún capítulo de estas crónicas!
ResponderEliminarhermoso! hermoso!!! soy testigo que en tu infancia.. en casa de tía Deli dijiste que tu sueño era pasar un invierno en NY!!!! me encanta que lo estés haciendo...!!!! love youuuu so much!
ResponderEliminarMAIUUUU